martes, 25 de diciembre de 2018

La lectora ciega


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2018. Se nos está marchando este año que nos ha traído de todo. Lo malo siempre deja huellas, pero hay que llevar la enfermedad, o lo que te toque en la vida, con esperanza y resignación.

De todo esto, nos da una gran lección Paqui, esa hija que después de leer el libro que ha publicado, me da la sensación de que me he encontrado con otra hija, pues aunque yo sabía de sus virtudes, en esos capítulos tan emocionantes, han hecho aflorar tanta fuerza, generosidad, valentía y tantos adjetivos como están dedicándole todos los medios de comunicación, y toda persona que lee el libro, que yo soy la primera en sentirme asombrada.
En esa travesía del desierto,  como ella llama al tiempo que tuvo que dedicar a la aceptación de su enfermedad, yo veía que no se dejaba ayudar por la familia, cosa que me desconcertaba, sin darme cuenta de que solo trataba de superarse ella misma. Recuerdo el primer día que descubrí que ya usaba el bastón; íbamos a la peluquería, ella marchaba delante por la acera que era estrecha para las dos, seguramente quería demostrarme que ella todavía podía, pero a la altura del hotel “Los Jándalos” a medio camino, lo saco del bolso,  yo no sabía qué era, pues lo llevaba doblado, pero al darme cuenta de que tenía que usar bastón blanco para sus desplazamientos, sentí un pesar muy grande ;no le dije nada, seguimos andando, pero a mí las lágrimas me rodaban sin querer que ella se percatara, pues nunca quiso que nadie sintiera pena por ella.

Hoy desde aquí le diría tantas cosas……  pero solo puedo decirle  «Te quiero» valiente.